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sábado, 3 de mayo de 2008

Discurso de Estrada sobre La Tirania de Rosas

La Tiranía de Rosas

Discurso Pronunciado por (Estrada) el Rector del Colegio Nacional de Buenos Aires ante sus Alumnos el 24 de Abril de 1877, con motivo de los funerales celebrados en Buenos Aires, por las víctimas de la tiranía. Este discurso fue tomado taquigráficamente y publicado en la forma que lo reproducimos. Agradecemos al Doctor Suárez Herter, profesor de la materia “Las Ideas y Circunstancias Políticas” en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires por facilitar su texto para la presente publicación.


Jóvenes Alumnos

El movimiento popular a que he querido asociar el Colegio, yo que jamás permitiré que el trueno de las borrascas políticas rompa el silencio de nuestras vigilias, envuelve lecciones que vengo a esclarecer, urgido por los deberes, en cierto modo paternales, que me ligan con vosotros, y por él amoroso anhelo con que me intereso en vuestro porvenir. (Aplausos)
¡Desgraciados los pueblos que olvidan! Aquellos de cuyo corazón desaparece la memoria de sus bienhechores, como inscripciones sepulcrales que borran los vivos al pasar: aquellos de cuya conciencia desaparece el odio hacia los grandes malvados, como el fuego de una antorcha apagada en la onda abominable! ¡Demos gracias al cielo, porque sabemos glorificar a San Martín; démosle gracias porque sabemos execrar a Rosas, y levantemos al pie del altar la plegaria cristiana por todos los que resistieron a la corrupción y cayeron bajo el puñal!. (Aplausos)
El pueblo argentino rechaza la apoteosis de los perversos. He ahí la filosofía del espectáculo confrontador y hermoso a que hemos asistido hoy.
Y quiero deciros hasta que extremo fue perverso, y de qué inmundo lodo de perversidades surgió el hombre cuyas víctimas hemos recordado esta mañana en la presencia de Dios.
Rosas nació de la anarquía como todos los tiranos que no son conquistadores; pero ningún concepto genérico explica exactamente el carácter especial de la anarquía de la cual surgió.
Dos movimientos imprimió a la sociedad argentina la revolución de 1810: el uno extremo, tendiente a la emancipación política de América; el otro interior y de transformación orgánica e institucional.
No penetra el ojo humano lo que guarda el porvenir a las naciones; pero aunque la República Argentina llegue un día a las cumbres del poder y de la gloria, jamás nuestros hijos, ni los hijos de nuestros hijos, superarían la generación audaz, inspirada y generosa que desmembró la familia americana de la tribu hispano-colonial. La revolución fue, bajo este aspecto, rápida y triunfantemente desenvuelta.
Pero pruebas horrendas nos han atribuido en la obra, no menos fecunda, de rehacer la sociedad política bajo el imperio de los principios republicanos. –El punto de mira era altísimo: loe elementos de acción flacos y discordantes. La mente de las clases pensadoras, a quienes incumbía guiar a la masa cívica en senderos inexplorados, estaba seducida por las teorías generadoras de la democracia francesa o nacidas de su triunfo turbulento. –Las fuerzas activas eran movidas por las pasiones: envidia contra los afortunados del viejo régimen; orgullo nacido de la gloria conquistada en las batallas de la independencia; ambiciones de poder, naturalmente degeneradas en anhelo por exaltar las individualidades fuertes salidas del seno de las muchedumbres…
De esta incoherencia, y de la desproporción de los elementos sociales con el propósito buscado, nació, junto con la iniciativa revolucionaria, la discordia, insignificante al principio, irreductible más tarde, entre la política agreste del aduar y la montonera.
Diez años de labor, en que fueron ensayados a porfía estatutos, resortes de gobierno, hombres de organización, violencias represivas, blandura pacíficas, rematan en la catástrofe de 1820: el peso democrático arrastra las combinaciones artificiosas, y la igualdad política, la soberanía del número, prevalece vencedora sobre el sangriento polvo de batallas fraticidas. (Aplausos)
Qué placidos augurios calman en seguida las congojas y entonan las fibras del patriotismo. Hombres nuevos en la política, hablan con acento generoso; las espadas se rompen ante el sepulcro de las víctimas, y surge un núcleo luminoso y enérgico que atrae cuanto es puro y sano, olvidadas las querellas de ayer, confesado el símbolo de la República constitucional y moderada. –Entonces se organiza el gobierno representativo, se fomenta la industria, se da base al crédito público, se atrae la inmigración europea, y se impulsa con mano poderosa la juventud al cultivo de las letras las ciencias y las artes.
Una crisis suprema paraliza el movimiento ascendiente de la sociedad. Las contiendas de los partidos constitucionales salen del teatro político y parlamentario y entran en el de las conspiraciones y las venganzas… La gran venganza y la grande afrenta se prepara.
Los federales habían conspirado y los unitarios conspiraron a su turno: los unos apelaron a la lanza del caudillo, los otros a la espada del soldado; y la espada del soldado segó la cabeza del único argentino que pudiera romper la lanza del caudillo. (Grandes aplausos)
Sobre la tumba de Borrego se alza Rosas… La elaboración política cesa, y una guerra social comienza… Quiero reprimirme para comentar.
Hay en Rosas dos hombres: el caudillo y el tirano.
-Contemplémosle en su primer período. Fue una personificación monstruosa de las masas bárbaras que subyugó, (desertando de la cultura urbana en que naciera) por la manifestación de calidades afines y simpáticas con su carácter y sus tendencias. Era audaz, licencioso, astuto. Eclipsaba, en lucha con el toro y dominado el potro, la destreza y la bravura de las turbas, y las trovas del fogón jamás cantaron entidad gaucha tan maravillosa por la fuerza y el coraje. La belleza del Belial le contemplaba. –Para arrastrar los gauchos inspirábales un odio: odio: odio contra la ciudad, contra la riqueza, contra la cultura, contra la disciplina moral, contra todo lo que fuera distinto de la barbarie campestre. No lo dudéis: contra la dignidad conyugal, contra el honor doméstico, contra el libro que ilumina, contra el altar que consuela… En un día crítico necesita confortarse… ¿Sabéis que ejemplos busca para adquirir aliento? ¡El salvaje de la pampa y el tigre del desierto!... Y con aliento de salvaje y con entrañas de tigre en el día infando que oyó su primer rugido. (Aplausos)
Guerreaba contra la sociedad, he dicho.
El partido unitario está ya vencido y disperso; y sus adeptos más ilustres, lejos de la patria contemplan con dolor la lucha y el desastre. Restos del partido federal resisten la victoria personal de Rosas, Balcarce, Alcorta, Viamonte, Medrano, aún no han escondido el rostro enrojecido en su desgarrado manto de patricios. La tiranía necesita la abyección, la abyección del esclavo que desafía la espada, pero se rinde al látigo. –Era menester que cayera en la ignominia la ciudad: la ciudad de 1807, el centro indómito de la revolución, aquella cuyas madres armaban el brazo de sus hijos en los días heroicos, más fuerte de la adversidad que entusiastas en los triunfos y en las glorias! (Entusiastas aplausos)
La sociedad no puede conservarse ni marchar sin gobiernos; para prostituir las sociedades basta quitárselos. Tal fue la táctica de Rosas. Propúsose pertinazmente hacer imposible la constitución de cualquier gobierno en Buenos Aires. –Su resistencia, de una parte, y por otra, el aislamiento del partido federal, reducían a impotencia unas tras otras las administraciones que se siguieron desde 1829, y principalmente desde 1833. Adquirían influencias individuos salidos de las íntimas capas de la sociedad que por un momento podían ser manejados en servicio de interés superiores pero que tardaban poco en sustraerse de toda dirección y obrar por su propio interés, el interés, enfermizo de preponderar. –Así, los gobiernos perdían simultáneamente respetabilidad moral y elementos en que apoyarse. –La desobediencia a la ley es transplantada de la campaña a la ciudad. En los campos, una multitud de caudillos subalternos, Instr.mentos de Rosas, desacatan arrogantemente la autoridad, sin conocer la ley que enfrene su capricho. –La masa urbana ensamblada con las turbas campesinas por un descanso gradual de costumbres y de ideas, cuyo tipo genérico estaba en la vida semi urbana , semi agreste, de los mataderos, y en el grupo compadrito que ceñía la ciudad, siendo la vanguardia de las montoneras. De este fondo extrajo Rosas, con diabólica malicia, sus agentes avanzados. Ellos constituyeron el núcleo de la Mazorca de abominable recordación. –Preconizaban su adhesión a Rosas, y ultrajaban la sociedad y la ley, sin que los poderes conservadores de la paz y del decoro público, de la vida y del honor del vecindario fuerza bastante para reprimirlos y castigarlos. Cada escándalo impune, cada violencia tolerada, cada acometida montonera no rechazada, cada insulto y cada violencia soportados por las gentes pacíficas, la ruina de cada comerciante y de cada propietario y de cada industrial, víctimas de la intranquilidad general, el deshonor de cada familia, el cansancio de cada hombre público, era un golpe a la existencia de la ley, era una amargura que destemplaba la energía popular, un desencanto que la enervaba, hasta corromperla en la apatía, y hacerla volver vergonzosamente los ojos hacia lo único que parecía ser fuerte en medio de la descomposición universal… Lo único fuerte era Rosas… y la ciudad se inclino… La ciudad de 1807, la ciudad de 1810 extendióle las manos y elcuello; y bárbaro amarró sus manos y el cuello; y el bárbaro amarró sus manos y pisó su cuello! (Grandes aplausos)
Rosas dejó de ser un caudillo campesino desde que el ignominioso plebiscito de 1835 le alzó un trono y le humillo un pueblo. Desde aquel día fue un tirano encerrado en su protervo egoísmo, ídolo y sacrificador de sus propios ritos.
Usó el poder omnímodo que ese acto de abyección le confería, siguiendo los antecedentes que ya le caracterizaban.
Os diré en cuatro palabras por qué obras podía ser juzgado, cuando los cobardes se doblaban diciéndole Señor…
Paso por alto las ferocidades de las hordas manejadas por él en 1830, durante su primera administración, usurpa la autoridad de los tribunales y sentencia y hace ejecutar reos, cuyo juicio estaba pendiente… Atrae, fingiéndose su protector, a un desgraciado mayor Montero, a quien entrega, por vía de recomendación, una orden de muerte, que fue cumplida por el bárbaro que la recibió… Los prisioneros de los caudillos aliados de 1831 son condenados a muerte en San Nicolás de los Arroyos, incluso el noño Montenegro que seguía a su padre, y que murió como mueren los hijos con sus padres amargado, con su alegría de mártir, la agonía del padre que se envuelve con su hijo en la misma sombra… (Estrepitosos aplausos)
Tan atroces responsabilidades gravitaban sobre la conciencia de Rosas, cuando fue exaltado a la omnipotencia.
No puedo pintar la tiranía.
La jerarquía social es invertida. Sabéis ya en que gremios buscó sus sangrientos cooperadores, Salomón y sus cómplices visten las insignias militares… Rosas tenía su corte de mujeres intrigantes, que espiaban las familias por medio de los criados, y de hombres que aun valían menos que sus espías y sus cortesanas… Su hija asistía a los bailes africanos al pie de la Pirámide… ¿Y amaban ellos a los desgraciados y a los pobres?... No, sino que aún era conveniente adular la plebe: no, sino que era menester humillar las eminencias sociales! Enfrenaba una clase por medio de lastra… En el cuartel, en la penalidad arbitraria de los jueces de corrección, en la disciplina de la policía rural, encontraban las clases bajas la dureza tiránica de que eran instrumentos contra las clases superiores…
Más aún. El rompió la fibra de las montoneras, sacrificado a puñal o veneno los caudillos que las capitanearon; disciplinó ejércitos, sedujo generales, armó los indios salvajes, y manejó al pobre contra el rico, al gaucho contra el ciudadano, al soldado contra el gaucho, y a la policía contra el mazorquero, para nivelarlo todo bajo el peso de su terrible grandeza! (Aplausos)
Antojósele honrar en muerte a su esposa a quien había escarnecido en vida, y… honrarla con una abyección popular. La honró haciendo vestir librea de esclavos a los descendientes de Moreno. (Entusiastas aplausos)
Quiso rodear a su hija de regias veneraciones; y recuerdo haberlas presenciado en mi primera niñez, como se recuerda un sueño en que nos atormentan justos la fantasía y el terror…
Vuestros padres os han hablado sin duda de las fiestas parroquiales. Magistrados, militares y ¡horrorizaos jóvenes alumnos! Las esposas y los hijos de esos magistrados y de esos militares, arrastraban en carros triunfales el retrato del tirano, y le colocaban en el santuario; y cobardes sacerdotes entonaban cantos al Dios de la Santa mansedumbre honrando al implacable monstruo que exponían al culto de la plebe… (Grandes aplausos)
¿Sabeís lo que significa la tiranía servida por la delación?... ¡Ah! Poco es encender el pensamiento y devorar quejidos… Una palabra lanzada en el ensueño, cuando la mente pierde las trabas de la sensación, basta para arrancar al padre del hogar, para sumergir en la orfandad y la miseria los niños, las mujeres y los viejos!
La universal inmolación de la dignidad de los hombres tuvo un rito: la divisa y los lemas y los gritos de exterminio que turbaban el silencio de las noches, amargaban las fiestas, iban del barco escolar a la tribuna del sacerdote, afrentaban el pecho de los hombres y la sien de las mujeres y la frente inmaculada de los niños…
Y luego el terror: el terror metódica y astutamente preparado por aquella mezcla de tigre y serpiente…
Rosas no se ensangrentó por ira, ni por enajenación: se ensangrentó calculadamente, porque era malo…
Prescindido de las brutalidades que precedieron a la Dictadura. En 1840 fenecía el plazo por el cual fue establecida, y una revolución, apoyada en el auxilio extranjero, amenaza destruirla… Desata la Mazmorra y dicta la ley de las confiscaciones: empobrece al que no degüella, y el despojo y el exterminio visitan todas las clases de la sociedad; el foro, la propiedad, el comercio, la política; todo lo que constituye un gremio tiene una víctima, porque es menester probar que nadie está libre del furor del verdugo…
Renuncio a describiros los tormentos que sufrieron los prisioneros de los ejércitos revolucionarios. Hacia 1842 fueron fusilados todos los que no habían sucumbido de dolor o de vergüenza. Os recordaré cómo.-
Cada grupo de condenados a muerte era conducido a un sitio donde una enorme huesa destinada a ser enterratorio común. En seguida se les fusilaba de dos en dos; los sobrevivientes arrojaban a la fosa los cadáveres de sus compañeros, y volvían de su fúnebre operación para ser a su turno fusilados ante otros compañeros que debían enterrarlos también, y morir después…
En 1842 se reproducen las satánicas escenas de 1840; y no tengo colores ni acentos para tratar el cuadro de aquellas brutalidades sin ejemplo con que los secuaces de Rosas le sometieron el interior de la República…
En aquellos parajes solitarios, Avellaneda con el cuello desgarrado por el serrucho, gritaba: ¡“acaba”! y en Buenos Aires el mazorquero quemaba cohetes y anunciaba la venta de frutas, arrastrando carros repletos de cabezas recién cortadas y Rosas ostentaba como trofeo los miembros de las víctimas que le eran ofrecidas en holocausto! (Muy bien, bravos)
Después que se consideraba para siempre afirmado, sobrevino la revolución que le dio en tierra. Veinticinco fusilamientos arbitrarios, comprobados en su proceso, reprodujeron el terror en 1851… Trataba de consolidarse como en 1840, como en todos los momentos críticos de su vida, esparciendo el pavor en torno suyo.
Ninguna tiranía es perdonable. Las hay, empero, encaminadas de suerte que mitigan al horror de la posteridad, porque han sido un modo violento y brutal de plasmar una sociedad, de apresurar una transformación, de desarrollar determinado elemento de cultura. Pericles y Augusto fueron déspotas. Tirano sombrío fue Luis Onceno, que sin embargo, destruyendo el señorío, robusteció el elemento jurídico en la sociedad…
Juzgad a Rosas por vosotros mismos…
¿Débele algo la civilización argentina?... El cerró el tesoro público a la Universidad y a las Escuelas, a los Hospitales y a los Asilos, a los centros de ilustración y a los centros de caridad.
Blasonaba de ser guardián de la honra nacional ante el universo; condujo a la República a la única contienda en que ha sido avergonzada, y cambió por un trapo rojo la bandera que había tremolado en todas las victorias de América (Aplausos).
Apedillabánle sus siervos lisonjeros “El Restaurador de las Leyes”, ufanábanse con la pública ostentación de su credo federal; y absorbió el gobierno en su voluntad omnipotente, y encharcó en sangre las provincias para ponerlas bajo el poder se sus tenientes, y las aisló entre si de la capital, y escarneció su nombre, sus instituciones y sus hijos!
Llamábanle “El padre del Pueblo”, y el antiguo caudillo campesino anonadó la fiereza de las masas que realzaron como se levanta un monstruo sobre las olas del mar. Las enviaba al exterminio en sus batallas y las vilipendiaba en los campamentos de sus comités y en la Bastilla de Santos Lugares.
Su administración fue expoliadora, su política estéril, su ejemplo corruptor.
Aquel señor formidable velaba la noche, temeroso del puñal y del sueño…; vivía aturdido, recreándose como un loco con sus bufones y la abyección de sus cortesanos…
Su ingenio le bastó para prepararse sus sendas, para sacrificar su derecho, la cultura y la dignidad: pero nada veo en su tiranía que apague en el labio la execración que le siguió en la vida y en la muerte. (Aplausos).
Personalizó el poder; y esta reducción del movimiento político a la rivalidad de ambiciones personales, esta inoculación del espíritu montonero en las regiones superiores de la autoridad, son el producto más trascendente y vivaz de sus abominaciones. Fueron el único afán de su vida: tiranizó por deleite, por vocación, a impulsos de no se que fatalidad orgánica, sin dar al país la paz que le prometió, antes llevando de un cabo a otro de la República la depravación y el hierro, destruyendo todas las condiciones morales y jurídicas sobre las cuales descansa el orden de las sociedades humanas.
Rosas, por su sistema de gobierno, está fuera de la política; como por su depravación moral, está fuera de la humanidad. (Aplausos).
Tras una vejez atormentada por el remordimiento, si alguna noción de lo bueno y de lo malo sobrevivían en su conciencia, se ha hundido en la eternidad…
Se implora su perdón y se evoca el olvido sobre sus crímenes; y un grito unánime de execración ha resonado en la asamblea del pueblo, y una plegaria se ha alzado al cielo en honra y en el amor de los mártires que inmoló.
Perdón… No! La caridad cristiana perdona al que se purifica en el arrepentimiento y el dolor; pero la conciencia cívica no perdona a los tiranos, ni la muerte les sustrae del anatema trasmitido de una edad en otra edad. Rosas, que perseguía el cadáver de Lavalle para deleitarse, como un chacal, gruñendo sobre sus carnes descompuestas, Rosas, que daba a la muerte el feto palpitante en las entrañas de una mujer… no, no será perdonado… Alcáncele la misericordia de Dios; pero las generaciones argentinas maldecirán perdurablemente sus obras y su tumba… (Entusiastas aplausos).
¡Jóvenes alumnos! Contemplad la lección horrenda de la tiranía para comprender a que abismos son arrastrados los pueblos que se relajan en las licencias demagógicas; y a que extremos de ferocidad alcanzan los ambiciosos, que sobreponen el amor del poder y de la gloria al amor sagrado de la patria!
Y conservad el sentimiento que ha hecho palpitar hoy el pecho de todos los hombres puros: -el odio hacia el verdugo; la gratitud y la piedad hacia la victima! (Aplausos).
¡Ah! Si me fuera dado infundir en vuestro espíritu esas verdades, como una luz para las horas congojosas de la incertidumbre, como una fuerza para las horas a ciegas de la tentación y de la lucha; si pudiera devolveros a la familia, y entregaros a la vida impregnados en estos sentimientos que empalidecen y se enfrían en mis labios, yo también exclamaría: non ovnis moriar: no, no moriré del todo! (Aplausos y vivas prolongados).

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